domingo, 31 de marzo de 2013

La muerte ni me hizo nada...


Aquellas imágenes de Posadas se habían quedado impregnadas dentro de mi memoria.
Existía algo en aquellos trazos en el que se plasmaba el posible retrato de la muerte que me atraía como insecto hacia la luz, no me podía quitar aquellos dibujos en mi mente por más que lo intentara. ¿Eran acaso esas quijadas desencajadas? ¿La expresión viva de aquellos hoyancos negros? No lo se.
Pero algo es seguro, me ponía a pensar sobre lo que quizá haya en el futuro, o peor aún, el presente.

Y es que por momentos, sobre todo en aquellos en los que el silencio y la soledad se presentan como agradables invitados, he pensado que son aquellas circunstancias cotidianas las que te pueden levantar el ánimo o te pueden despedazar el alma cual lata apretujada entre los dedos.
¡Genio! Soy un artísta para llegar a una conclusión obvia.
Sin embargo, el proceso para llegar a esta respuesta que aparece como ecuación simple, no lo es, y lo digo porque en muchos instantes de mi vida he llegado a rosar la delgada línea de querer continuar o lanzar una moneda al aire. Por alguna razón, he deseado ver el final de cada capítulo de mi existencia, la cual no tiene repeticiones ni horario estelar, pero que está llena de todo cliché cinematográfico: sexo, violencia, pasiones prohibidas, comedia, lágrimas, música, protagonistas olvidables y finales inverosímiles.

 "Y es que estaba tan despechada, tan furiosa y confundida, la muerte ni me hizo nada, a mi me mató la vida" Fernando Rivera Calderón.







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